Vía Crucis En el nombre del Padre… ORACIÓN PREPARATORIA: Venimos, Jesús amado, a considerar aquel amor infinito en la cruz bien demostrado. Queremos Redentor llagado, que tu amorosa Pasión sea para el corazón luz que guíe hacia el cielo, fuente viva de consuelo y esperanza de perdón. Enséñanos que la cruz es el signo del amor. Amén. PRIMERA ESTACIÓN: Jesús es condenado a muerte Dirigente: ¡Te adoramos, Cristo, y te bendecimos! La vida del Salvador toma un nuevo giro. Comienza la gran aventura. No sólo acepta ser condenado; lo quiere por estar en juego nuestra salud eterna. También el cristiano que se casa corre una “gran aventura”. O deja su egoísmo o fracasa. Las canciones no lo dicen. Tampoco la radio, la prensa o las telenovelas. Y sin embargo es la vida. Si dos personas se unen en matrimonio y forman una familia saben que deben buscar siempre el bien del otro para alcanzar la propia felicidad. La muerte del yo fecunda los días felices. Señor, pequé… Padre nuestro… SEGUNDA ESTACIÓN: Jesús con la cruz a cuestas Dirigente: ¡Te adoramos, Cristo, y te bendecimos! Todo cristiano carga una cruz. La del matrimonio es múltiple. Una domina el muro de la casa; otra la llevo al cuello; la que más pesa aparece y desaparece cuando menos lo esperamos. ¿Y si yo fuese la cruz de mi familia? Por mi egoísmo, desinterés por la casa, gastos superfluos, malhumor, afán de dinero, olvido de Dios. Voy a cambiar. Redimiré el pasado con el amor nuevo de hoy. Oh, Señor, que al ver tu santa cruz, aprenda a llevar las cruces del hogar. Señor, pequé… Padre nuestro… TERCERA ESTACIÓN: Jesús cae por primera vez Dirigente: ¡Te adoramos, Cristo, y te bendecimos! ¿Quién no cae? ¿Quién está libre de pecado? Es propio de humanos el errar, también lo es reconocer el error. ¿De quién fue la culpa? ¿Quién empezó? Más importa el perdón generoso, y seguir juntos el camino. Sólo el orgulloso se cree perfecto. Que cada vez que caemos sepamos levantarnos y acudir al Señor para que nos ayude y fortalezca. Señor, pequé… (Padre nuestro….) CUARTA ESTACIÓN: Jesús encuentra a su Santísima Madre Dirigente: ¡Te adoramos, Cristo, y te bendecimos! No sólo se vieron en esa encrucijada. María debió seguirlo todo el trayecto. Es natural. ¿Dónde irá el hijo paciente sin su madre? Si queremos que Jesús presida nuestra casa, la Virgen no puede estar lejos. Ella, modelo de madre y esposa en Nazaret, guardará también las nuestras. ¡Qué bueno si María reinara en nuestros hogares!. Nadie como ella comprende y alivia las angustias. Señor, pequé…(Padre nuestro…) QUINTA ESTACIÓN: El Cirineo ayuda a Jesús con la cruz Dirigente: ¡Te adoramos, Cristo, y te bendecimos!… Simón está ahora unido por la cruz al Redentor. Con él la llevará lejos del Calvario, hasta el fin de la vida. Nada los separará. Algo así sucede en el matrimonio y en la familia. Si la enfermedad se apodera de alguno el otro o los otros miembros de la familia ayuda. Si conviene sumarse al esfuerzo de otro, también lo es aceptar el favor. ¡Qué ejemplo nos da Jesús con la cruz a cuestas! No vino a ser servido, sino a servir. Mas ahora deja que le echen una mano para llegar a la cima del monte. ¡Ojalá descubramos a Jesús en quien nos necesita, partiendo de los familiares! Señor, pequé…(Padre nuestro…) SEXTA ESTACIÓN: La Verónica limpia el rostro de Jesús Dirigente: ¡Te adoramos, Cristo, y te bendecimos!…. Son cosas del amor. Mientras el odio blasfema, golpea y grita, el amor consuela, alivia y conforta. ¡Qué mujer, la Verónica! No habla; actúa. Jesús no sólo le devuelve la mirada; imprime su rostro en el velo para memoria eterna de un corazón sin miedo al qué dirán. El amor siempre alcanza su recompensa. ¿Y yo? ¿Limpio o mancho el nombre de mi familia? ¿Doy la cara por los míos? Recordemos que es mejor limpiar y no ensuciar. Corregir y no humillar. Yo también debo imitar el gesto de la Verónica con mis seres queridos. Señor, pequé… Padrenuestro... SÉPTIMA ESTACIÓN: Jesús cae en tierra por segunda vez Dirigente: ¡Te adoramos, Cristo, y te bendecimos!… ¿Quién alzará del suelo a Jesús? ¿Nadie? A mí me levanta Él, desde el fondo de la conciencia. ¿Ayudo yo, si alguien da un traspié? ¿Lo apoyo para que no resbale de nuevo? Cualquiera puede sufrir cinco minutos de locura. Nadie es inmune a la pasión. ¿No me obliga esto a se más tolerante? ¿No debo tender la mano a los demás y en especial a los de mi familia para que puedan seguir adelante? Jesús cae por segunda vez. Es para que yo, arrepentido, ayude a levantar a los demás. Señor, pequé…(Padre nuestro) OCTAVA ESTACIÓN: Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén ¡Te adoramos, Cristo, y te bendecimos!… “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”. La compasión es un atributo de los seres humanos. Compadecerse no es poner cara de entierro. Consiste el aliviar el dolor. Se comienza escuchando sin prisa; luego el bálsamo de la palabra delicada sirve para aliviar; más tarde viene la ayuda de obra, como la del buen samaritano de la parábola del evangelio. Que bueno cuando en el ámbito familiar se encuentra ese consuelo. Dejemos también que la palabra de Jesús nos sirva de consuelo, sobre todo en las dificultades. Señor, pequé…(Padre nuestro…) NOVENA ESTACIÓN: Jesús cae en tierra por tercera vez ¡Te adoramos, Cristo, y te bendecimos!… Caer y levantarse es la vida del cristiano. Caemos por múltiples causas. Me levantan el arrepentimiento y la absolución del sacerdote. ¿Me sorprenden mis caídas? Es la protesta del amor propio herido. Si me creo mejor que nadie, ni reconoceré lo que soy por dentro, ni querré seguir luchando. Caer y levantarse; resistir para no ceder; enmendarse y apoyar a otros para seguir junto a Cristo camino del Calvario: eso debemos proponernos. Señor, pequé…(Padre nuestro…) DÉCIMA ESTACIÓN: Jesús es despojado de sus vestiduras ¡Te adoramos, Cristo, y te bendecimos!… ¡Qué vergüenza para Jesús, desvestido a la vista de todos! Él lo acepta cabizbajo, y calla. Así purga mi inmodestia en público y en familia. ¿Cuántas veces no nos hemos vestido decorosamente? ¿Cuántas veces por ir con la moda hemos dado que decir? ¿ Cuántas veces hemos querido seducir con nuestra forma de vestir? Que sepamos despojarnos, sobre todo, de nuestros pecados, de nuestras cobardías, y seamos capaces de vivir con generosidad. Que nos invada el espíritu de caridad para amar a todo el mundo como Jesús nos mandó. Señor, pequé…(Padre nuestro…) UNDÉCIMA ESTACIÓN: Jesús es clavado en la cruz Dirigente: ¡Te adoramos, Cristo, y te bendecimos!… Entre las cuatro paredes del hogar es muy visible la cruz de cada día. Los consejos en el vacío, desobediencias, rostros y voces alterados, rebeldías sin causa, malentendidos, incomprensiones… Por lo común no pasan de cruces pequeñas. ¡Lástima que el estrés, los años y los achaques las hagan parecer mayores! No debo extrañarme. Educar, sostener, sufrir, perdonar son tareas fijas de toda convivencia. Con fe humilde y oración diaria, prueban el amor a Dios en los más cercanos. Señor, pequé…(Padre nuestro…) DUODÉCIMA ESTACIÓN: Jesús muere en la cruz ¡Te adoramos, Cristo, y te bendecimos!…. Se acerca el momento final. Unos amigos fieles acompañan a Jesús. Con el último suspiro, conocen el vacío de la separación. Pero su esperanza es fuerte. Confiados en la palabra del Maestro, sabemos que su alma vive. Con María lloran y esperan. En un hogar donde penas y alegrías fueron comunes, la muerte crea un abismo imposible de cruzar. Todo recuerda al ausente. Jesús pasa por la muerte a la vida gloriosa. Confiemos en que también para los nuestros y para nosotros la última despedida inicie el tránsito del tiempo a la eternidad; de la lucha, al descanso; de la pequeña familia de hoy, a la gran familia del cielo. Señor, pequé….(Padre nuestro…) DECIMOTERCERA ESTACIÓN: Jesús es bajado de la cruz ¡Te adoramos, Cristo, y te bendecimos!… En Belén, Jesús comenzaba su vida en los brazos de la Virgen. Ahora, en el Calvario, la termina en el regazo de la Madre. Por esta escena, Señor, que comprendamos que si alguna vez nos encontramos cansados o desalentados y muertos a la Gracia, los brazos de nuestra Madre María siguen siendo los brazos de una buena Madre para nosotros. Que en los momentos de entusiasmo sepamos ir a los brazos de nuestra Señora y que en los momentos de desaliento sepamos que tenemos una Madre que nos espera con los brazos abiertos como esperó a su Hijo en el Calvario. Ella será siempre el mejor camino para llegar a Jesús. Señor, pequé…(Padre nuestro…) DECIMOCUARTA ESTACIÓN: Jesús es puesto en el sepulcro y resucita ¡Te adoramos, Cristo, y te bendecimos!… Sin muerte no puede haber resurrección. Del sepulcro nace la vida. Para ser auténticos cristianos y verdaderos testigos de Jesús, tenemos que enterrar y dejar sepultados nuestros defectos y nuestros pecados. ¡Qué dicha saber que sólo el cuerpo muere! La familia que sigue a Cristo algún día volverá a reunirse. Más tarde, cuando suene la hora en el reloj del Padre, también el pobre cuerpo de hoy saldrá glorioso del sepulcro. Jesús, que con nuestros familiares cantemos un día en el cielo tu infinita misericordia. Señor, pequé…(Padre nuestro…) ORACIÓN FINAL: Señor, Dios nuestro, en cuyos mandatos encuentra la familia su auténtico y seguro fundamento, atiende nuestras súplicas y concédenos que, siguiendo los ejemplos de la Sagrada Familia, practicando las virtudes domésticas, y manteniendo vivo el amor, lleguemos a gozar de los premios de tu reino. Por Jesucristo nuestro Señor. Un Padre nuestro…por las intenciones del Papa